domingo, 23 de mayo de 2010

Violeta

Domingo, 23 de mayo.

Miro los ojos de Violeta atentamente esperando alguna reacción de ella; pienso en un agujero negro, una región finita del espacio-tiempo, me provoca una gran concentración de masa dentro de ellos, un aumento de densidad que me genera un campo gravitatorio, que ni siquiera me lo causa un fotón de luz. Cierro los ojos y me lleva a otra región, algo así como una especie de singularidad envuelta en una superficie que se cierra, seguramente es el bloqueo que provoco ante las cosas más lindas que me presenta la vida. Creo en los cambios, en lo bueno más que en lo malo, en las oportunidades, es curioso… unos ojos color miel me hacen viajar sin tener que estar bajo algún estupefaciente que altere mis sentidos, en realidad me origina una energía de color violeta como su nombre.
En los años 70, Hawking, Ellis y Penrose mostraron algunos teoremas frente a la densidad de los agujeros negros, la geometría, hoy me pongo al nivel de ellos (otra perspectiva), ni física ni estudiada, es. Como es valorar lo mínimo, lo que está ahí, lo que espero, lo que esperan, lo que espero de mi mismo. El sueño de irme en unos ojos, de acariciar su lomo, rozar mi nariz con su nariz, no hay diferencia, seguramente si los animales hablaran, sería amigo de ellos, dejaría la raza humana por convertirme, crear un lenguaje corporal distinto al que poseo, una comunicación… una nueva especie. Así me siento, como de antaño, los caballeros de distintas épocas, costumbres, de corazón frágil pero valiente.

Si. Es eso…
Valiente

miércoles, 19 de mayo de 2010

Tres Fuimos Multitud.




Comienza el día, me levanto animosamente para comenzar este día con el píe derecho. Ingreso a la ducha y me entretengo con el agua (tengo una regadera de esas de campañas, que te mojan completo de píes a cabeza), tomo un buen desayuno para mantenerme firme durante el día que me toca, pero jamás me imaginé que iba a pasar minutos después de comer un aliado y un café, claro, acompañado de un Marlboro corriente, dicen que es el desayuno de campeones y el Marlboro de hombres nivel alfa. Salgo desde casa, y camino los cuatro minutos que me demoro en llegar a Avenida El Volcán para esperar la micro azul que normalmente me hace pasar rabias, porque aún no logro coordinar los horarios de pasada, me subo, pago mi pasaje y me siento siempre en el medio de ella para así contemplar el camino, que se va disolviendo con el andar, ya que se acaban los cerros, lo verde y llegamos directamente al asfalto y al apuro cotidiano de las personas. Me bajó y camino rápido por la calle Concha y Toro para así bajar millones de peldaños, luego una escalera mecánica y seguir bajando para poder llegar al metro, que curiosamente cada vez que llego a la última escala el metro se va y debo esperar el siguiente.
El metro anda a pasos lentos, o al menos siento que la línea cuatro es muy lenta en comparación con la dos y la uno, me han dicho interminables veces que es por un asunto de metros más que de lento, puede ser, ya que cuando uno va en el expreso, pasar dos estaciones se torna un fastidio, estoy casi por llegar al punto de ir con un oxigeno individual para sobrevivir a los olores y la falta de aire que posee el Metro de Santiago. Es curioso cuando uno va en el metro y comienzas a observar lo que pasa alrededor, a veces tiendo a bajar el volumen por completo de mis audífonos para escuchar las conversaciones de otros, o mirar los ojos donde se dirigen, o como se hacen los dormidos para no dar el asiento y mil cosas que pasan en el metro.
Luego del recorrido hasta Vicente Valdés y hace el transbordo por la línea 5, entré, y me senté en el suelo a escuchar música mientras leía para una prueba que tenía en la Universidad. Fue en ese momento en que vi a mi lado a una pareja que ya había visto antes esperando el metro; ella llevaba puesto un chalequito morado, una chaqueta de cuero negra, unos jeans metidos dentro de unas botas negras que llevaba; su novio, jeans, zapatos negros de vestir, chaqueta café y camisa (mal gusto por el vestir).
Fue en ese momento en que me percaté que tenía el pene erecto! La verdad es que me mantuve detenido durante varios minutos mirando la situación, nunca he sido muy bueno disimulando, pero en realidad yo no estaba haciendo nada malo… en ese momento me detuve a pensar cosas de la intimidad y también sobre las leyes, porque en realidad si ven a dos homosexuales besándose en algún parque pueden ir presos por la moral y las buenas costumbres, según mi profesor de Derecho Legislativo, es algo que es mal visto por la sociedad, y claro que lo es, pero entonces ¿por qué los heterosexuales pueden manosearse tan libremente?.
La situación era así, yo figuraba en un rincón, ellos abrazados, y el pene que iba y venía, claro, siempre dentro del jeans, pero se notaba! lo curioso es que seguramente solo yo fui el elegido para presenciar generoso momento mientras la novia le acariciaba el glande introduciendo la mano al bolsillo y tocándolo con los dedos, fueron exactamente trece estaciones donde el par de tortolos se entregaban amor coqueto, algo que solamente pasaba entre ellos dos, y que se guardaba en secreto, lo insólito es que ya se trataba de una cosa de a tres, yo también era parte de todo eso, de la conversación, de las risitas coquetas.
Éramos tres en aquel vagón de metro, fuimos los tres cómplices de lo que iba pasando en cada estación, del glande del tipo, del tamaño que luego comenté con mis amigos, y me sirvieron para escribir esto. Para propagar la experiencia, y para mantenerlos en mi mente, que vaya que los recuerdo con exactitud, me descolocó el tema, me hizo respirar otros aires, algo así como abrir la mente y pensar que muchas veces uno piensa que va solo en el camino, pero quizás siempre hay alguien que va conectado a ti.

DE MÍ. NADA

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Santiago, Metropolitana, Chile
Periodista

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