miércoles, 29 de septiembre de 2010

PRIMAVERA EN MI INTERIOR


Una luz estroboscopica es la sensación que va moviendo los hilos de esta marioneta que se entrega fielmente a la sensación más linda que un ser puede experimentar, más allá de ir expresando corporalmente esta sensación me involucro en mi mente, en como miro al mundo, otra perspectiva… Podría escribir algunos versos elegantes que enuncien este sentimiento de color que me hace brillar como una luz centelleante.
Mientras caminaba por José Miguel Carrera más conocida como Gran Avenida, por ahí, cerca del paradero 14 tomé la micro 201 que llega hasta San Bernardo, por lógica me fui remeciéndome por el movimiento de la oruga, que en realidad la prefiero por tener una visión de color natural, y no como el Metro de Santiago que posee luz ficticia. Entre tanto andar llegué al paradero 24 de esta misma calle y me bajé para así poder caminar hasta el metro y tomar algo de aire, claro, no como el aire que hay en mi hogar, pero necesitaba esclarecer algunos pensamientos oscuros que voy teniendo durante el día. Me vi caminando y me encontré con una heladería de esas que son económicas, compré un helado de maquina de trescientos pesos, un sabor a vainilla que no se compara al sabor que tienen los helados del Mc Donald’s, y no digo que estos sean malos, pero en realidad prefiero mil veces los que el día de hoy probé, mientras caminaba fui explorando la sensación de felicidad que llevaba puesta en la cara y una que otra sonrisa se escapaba sin querer queriendo de mi rostro, iba lanzando rayos de luz de distintos colores, a paso lento me fui encontrando conmigo mismo para así ir dejando en el camino los malos pensamientos e inseguridades que me atormentan pero que al final llego a la conclusión que son cosas sin importancia.
Y pienso que al final del camino me esperan unos ojos grandes que van marcando mi destino, y que parecen ser sacados de algún comic japonés, ojos que en su contorno muestran experiencia y sabiduría, que se agrietan y que al reír se pronuncian ante mis ojos, ese brillo que atraviesa mi corazón y que sin duda los quiero ver siempre de la misma forma, rojos y tristes, se dice que son la ventana del alma, yo deseo tanto aquellos ojos que sería capaz de atesorarlos bajo mi almohada y mirarlos todas las noches, para así dormir tranquilo y sentir que no me hace falta nada. Su rostro tan armónico se conjuga con el mejor verbo que yo conozco. Cada vez que lo veo se me aprieta el pecho, no puedo describir la sensación, seguramente son las mariposas que revolotean dentro de mi para poder expresarle lo que siento, es un ser mágico que lo encontré entre tanta luz y tanta distinción que hago con los mundos, ahí me encontré con él, como si el destino hubiese indicado nuestros caminos que al final se juntan y soñamos con lo mismo.
Cuando no estoy con el siento la necesidad de tenerlo, extraño su hablar y caminar, cuando me mira, cuando pone su mano sobre mi rodilla mientras estamos frente a la sociedad, cariño que me lo expresa con su tacto, no basta con besarlo. En la intimidad, sus abrazos, sus caricias, sus besos que me saben a una fruta desconocida y que solo el posee. Quisiera expresar ante el y la sociedad lo feliz que el me hace.

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